“Faltó actitud”, dijo Karla Ortiz al final del encuentro que Perú perdió 2-3 (23-25, 25-16, 26-28, 25-21 y 11-15) ante México por la Copa Panamericana. Respuesta facilista para explicar una derrota que, años atrás, era imposible siquiera imaginarla. La selección, hay que decirlo, también careció de ideas, estrategia y variantes en su ataque. La única carta ofensiva que mostró fue Ángela Leyva, a la postre la mejor jugadora incaica (21 anotaciones).
Por supuesto que no se pierde de vista que el equipo que nos representa es uno joven y talentoso, cuyas integrantes, pese a su corta edad, ya nos han deparado varias alegrías. Sin embargo, tampoco se puede soslayar que la falta de planificación de los dirigentes de la FPV ha llevado a estas muchachas a quemar etapas demasiado rápido.
Peor aún es el hecho de que los éxitos conseguidos en categorías inferiores (campeonato sudamericano y cuarto lugar en el Mundial de Tailandia, ambos en la categoría menores) parecen haber obnubilado a quienes rigen el destino del vóleibol nacional pues dan por descontado que los títulos en mayores caerán por su propio peso.
Craso error. Pues, aunque sea ocioso repetirlo, en la categoría adulta la competitividad es mucho mayor, el nivel es otro y es allí donde realmente se cosecha el trabajo planificado de tiempo atrás. Esa es la razón por la que México y Colombia ahora (y hasta Chile muy pronto) nos juegan de tú a tú. Y ese es el motivo por el que ahora Argentina está un peldaño (o más) arriba que nosotros. ¿Señal de estancamiento de nuestra parte o de evolución de nuestros rivales? Creo, humildemente, que hay algo de ambas cosas.
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