Por: Juan De la Puente (publicado en el diario La República)
La violencia y, en general, los malos tratos en la escuela causan la justa indignación ciudadana. Los medios ponen atención con frecuencia en los profesores que, usando la decimonónica pedagogía violenta, reemplazan la persuasión y la motivación por el grito y el miedo, cuando no por el castigo. Asimismo, la sociedad ha empezado a denunciar el maltrato infantil en el hogar aunque todavía persiste esa odiosa cultura de que “nadie más que yo puede tocar (pegar) a mis hijos”.
Pero Natalia Málaga ha sido elevada a las alturas en pocos días merced a la clasificación a campeonatos internacionales de dos equipos nacionales de vóleibol que dirige. La entrenadora criticada por su pedagogía violenta se ha convertido en el paradigma de la enseñanza deportiva y a ella se le adjudica todo el éxito. Con escasa sutileza se disculpa su pedagogía con eufemismos como “estilo particular” o “motivación especial”. Otros alaban abiertamente la necesidad de entrenar/enseñar con “mano dura” en tanto algunos ingresan a la antología: “A las chicas les gusta y se lo agradecen”; “Natalia haz lo que quieras”; “que putee, total clasificamos”; o “que meta cachetadas, si vamos al mundial”.