Lágrimas de felicidad inundan el rostro de nuestras bravas ‘matadorcitas’, allá en la lejana Tailandia. Una alegría incontenible desborda a Natalia y su comando técnico. Hasta el mismo presidente de la FPV se mete al campo para unirse al festejo. Se ha clasificado a semifinales y el júbilo es totalmente comprensible. De pronto, alguien saca la bandera peruana y toda la delegación y los hinchas que las alentaron incesantemente se juntan para ser fotografiados para la posteridad. Es el clímax del regodeo.
Para la posteridad también quedará lo conseguido hoy por nuestra selección de menores. La bicolor ya está instalada en el selecto grupo de los mejores cuatro equipos del mundial tras vencer 3-2 (16-25, 25-22, 25-19, 21-25 y 15-8) a Serbia. Una hazaña que no se lograba desde hace 20 años. Una proeza que esperamos dos décadas para volver a disfrutarla. Pero las nuestras van por más.
NADA FÁCIL
“Lo que mal empieza…”. No, no siempre es así. Hoy Perú fue la feliz excepción de esa regla. No comenzó bien, lució desconcentrado, sin agresividad y una floja recepción (mérito de las serbias por sus buenos servicios). Por eso cedió el primer set.
¿Se cayeron anímicamente? No. ¿Cundió el pánico? Tampoco. ¿Se desesperó Natalia y realizó cambios apresurados? Menos. Hizo algo mejor: replanteó su estrategia, atizó a sus pupilas retándolas a pelear hasta el final y las convenció de que ellas, y solo ellas, son las únicas guionistas de su propia historia.
Y el relato que al final nos regalaron no fue uno de ficción, sino uno de la vida real basado en una esforzada victoria. Una feliz historia. Historia que, además, todavía no ha llegado a su final. Faltan dos capítulos más. Mañana (06:00 a.m.) ante China será el primero de ellos. Los peruanos estaremos pendientes de ese desenlace. Sí, en familia y con un cafecito en la mano como en las madrugadas de ese inolvidable 1988.
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