Sí, ya sé. A estas alturas muchos ‘todólogos’ (entiéndase las personas que creen saberlo todo y que por eso se creen con derecho a criticar a todos y de todo) estarán lanzando sus envenenadas flechas contra nuestras menores voleibolistas: “Que no es posible que ganando 2-0 no hayan podido llevarse el triunfo”. “Que es inconcebible que un equipo que iba 14-10 en el quinto set no haya cerrado el partido”. “Que es imperdonable que con 10 match point a favor no hayan salido airosas”. Y así.
Claro, todos ellos siempre hablan con el periódico de ayer, sabiendo ya los resultados. Generales después de la batalla, les dicen. Sí, es cierto, una derrota así duele. Y duele mucho. Máxime porque estuvimos tan cerca de la victoria. Demasiado cerca y lo dejamos escapar. Perú ganaba con autoridad 2-0 (25-17, 25-22). Después perdió la concentración, China despertó e igualó el marcador 2-2 (25-20, 25-19).
En la manga definitiva, en ese infartante ‘rally point’, las nacionales gozaron de una decena de oportunidades para sellar el pase a la final. No lo hizo. Quienes sí lo hicieron fueron las asiáticas (¡cómo luchan las chinas!, hay que reconocerlo) al registrar a su favor el 23-21 que les daría este sufrido triunfo.
La bicolor no disputará el título de este mundial, pero todavía tiene chance de subirse al podio. La medalla de bronce ahora es el objetivo. Su rival será Brasil, sexteto al que ya lo hemos vencido en la final del Sudamericano en Lima. ¡Levanten la cabeza, chicas! Igual nos sentimos orgullosos de ustedes.
Y cómo no estarlo si dejaron todo en la cancha. Cómo no inflar el pecho por esos 30 puntos de Ángela Leyva (la tan promocionada jugadora china Yuan Xinyue solo hizo 17). Cómo no emocionarse con el pundonor de Maguilaura Frías y la picardía de Shiamara Almeida. ¿Hay motivos para estar triste? Sí. Pero son muchas más las razones para sentirnos orgullosos de este equipo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario