LO QUE MAL EMPIEZA…

El ambiente era espectacular. Hinchas ataviados con la bicolor de todas las formas posibles: camisetas, gorros, rostros pintados y vinchas alusivos a nuestros colores. Las graderías del coliseo Bonilla estaban repletas y el Perú, Perú, Perú, sonaba más fuerte que nunca. Sonó en todos lados, menos en el alma de las “matadorcitas” que ayer fueron derrotadas por las dominicanas. No mostraron un buen juego, menos una actitud rebelde para cambiar la historia. Y eso, es lo que más desilusiona y preocupa.

Hay varias conclusiones que se pueden sacar de este encuentro. Lo primero y lo más evidente es que las peruanas empiezan cada set totalmente distraídas y desconectadas entre sí. En los cuatro sets que se jugó anoche, todos los primeros tiempos técnicos (es decir, los ocho puntos iniciales de cada parcial) los perdimos. En otras palabras, República Dominicana siempre empezó cada set ganándonos. He allí la razón del titular: Lo que mal empieza, mal acaba. Perú no puede darse el lujo de regalar los primeros puntos, porque sino todo se hace más difícil. Lo otro, es que aún adolecemos de una líbero que dé seguridad en la zona posterior. Liset Sosa arrancó de titular, pero luego fue cambiada por Danae Carranza al iniciarse el segundo parcial. Ninguna de las dos hizo un partido siquiera regular.

Cándida Arias, atacante dominicana.

En el primer set Natalia Málaga decidió empezar las acciones con Gina López de titular en lugar de Vivian Baella, tal vez pensando que con la larguirucha iquiteña pudiera compensar en algo la enorme diferencia de talla que nos llevaban las centroamericanas. No resultó. El alto bloque de las dominicanas se impuso al ímpetu de las peruanas y se llevaron el parcial por 25-23. Ya en el segundo, la defensa de Perú seguía haciendo agua. Primer tiempo técnico: 8-1 a favor de República Dominicana. Los gritos destemplados y la mirada encolerizada de “Doña Bárbara” al parecer asustaron a las “matadorcitas” que con más braveza que ideas empataron el cotejo al ganar el set por 25-17.

No obstante, las dominicanas se mostraban tranquilas, pues sabían por donde hacerle daño a las nacionales: por el centro. Es allí, en esa zona de la cancha, que la enorme Cándida Arias impuso respeto. El bloque peruano casi nunca pudo frenar sus potentes mates. Y cuando era Perú quien atacaba, Arias se juntaba con las otra gigante Luz Núñez para formar una muralla infranqueable para las nuestras. Superioridad de las dirigidas por el profesor Wagner Pacheco que se tradujo en la adjudicación del tercer juego por 25-19.

Las dominicanas terminaron contentísimas por el triunfo.

Lo encomiable de todo esto es que a pesar de estar perdiendo la hinchada no cesaba de alentar a la selección. Además, al unísono pedían que Natalia haga ingresar a Grecia Herrada, cambio que finalmente se produjo por Mabel Olemar. Pero las cosas siguieron igual, pues las chicas de Centro América habían sacado ya una buena ventaja que supieron cuidar hasta llegar al punto veinticinco (25-17). Acabó el duelo y la derrotada esta vez fue nuestra selección. Las chicas, cabeza agacha, no tienen cara para observar las tribunas. Los aficionados, cabizbajos también, abandonan el coliseo masticando su bronca y desilusión. Pero eso sí, con la esperanza que las cosas mejoren y que cuando vengan los encuentros oficiales, ambos, ellas y los hinchas, puedan mirarse mutuamente esbozando una sonrisa. Uno por el apoyo recibido; el otro por el buen juego y amor propio ofrecido. Esto último anoche estuvo más ausente que nunca. ¿Estará presente en el enfrentamiento con Cuba por la última fecha de la Copa Movistar (6 p.m.)? Esperemos que sí.